Cuando pensamos en el acervo cultural de Argentina, pocos nombres resuenan con tanta fuerza y profundidad como el de Leda Valladares . Cantante, compositora, poetisa y recopiladora, su vida fue un canto a las raíces, una búsqueda incesante de la música ancestral de los pueblos andinos y un puente entre las tradiciones orales y el mundo contemporáneo.
Infancia y primeras influencias
Leda Valladares nació el 21 de diciembre de 1919 en San Miguel de Tucumán , en el corazón del noroeste argentino. Se graduó en la Universidad Nacional de Tucumán con el título de profesora de filosofía y pedagogía.
Antes de cumplir los veinte años, formó su primer grupo musical con unos amigos: Se llamó FIJOS (Folclóricos, Intuitivos, Jazzísticos, Originales y Surrealistas). Con el seudónimo de Ann Key comenzó a cantar jazz. Leda cuenta que ella cantaba en inglés por fonética (pese a su gran pasión por la música folclórica argentina también mantuvo toda su vida una gran devoción por el jazz). Desde chica, mostró interés por las expresiones culturales de su tierra, especialmente por las coplas, vidalas y bagualas que resonaban en las montañas y valles de la región. Esas voces, que parecían hablarle desde el pasado, marcaron su vida para siempre.
Al recordar sus primeros encuentros con estas melodías, Leda solía decir:
“La tierra canta en quien la sabe escuchar. Yo solo fui una intérprete de sus silencios y gritos”.
El legado de las coplas
En la década de 1950, Valladares formó un dúo musical con María Elena Walsh, llamado Leda y María . Juntas, modernizaron el folklore argentino, llevando canciones tradicionales a nuevos públicos. Pero la verdadera misión de Leda comenzó tiempo después, cuando decidió dejar el bullicio de la ciudad y regresar al norte argentino para recopilar las voces más auténticas de la región.
De sus viajes por los cerros, valles y quebradas, surgieron grabaciones como “Música autóctona de la provincia de Salta” y la icónica serie “Mapa Musical Argentino” . A través de estas obras, preservó para la posteridad el canto ancestral de bagualeras, vidaleros y copleras, muchos de ellos campesinos anónimos que, gracias a Leda, se convirtieron en símbolos vivos de la identidad argentina.
Una de las coplas que recopiló, popular en las quebradas del norte, resuena como un eco de su labor:
“Yo canto por los caminos,
porque es mi modo de andar.
El que me escucha que diga:
‘¡Así se canta en mi lugar!'”.
Una vida dedicada al rescate cultural.
Leda no solo fue una recopiladora, sino una intérprete apasionada. En el escenario, su voz era un llamado a la memoria, una invitación a mirar hacia las raíces con orgullo y reverencia. Fue pionera en darle espacio a las culturas indígenas y campesinas, reivindicando su papel como cimientos de la identidad nacional.
Entre sus reflexiones, solía decir:
“La copla es un grito del alma. No tiene dueño, porque pertenece a todos los que la sienten”.
Leda también exploró las posibilidades de fusión entre lo ancestral y lo contemporáneo. Trabajó con artistas como Mercedes Sosa, Charly García y Gustavo Santaolalla, demostrando que la tradición puede dialogar con el rock y otros géneros modernos sin perder su esencia.
Un legado eterno
Leda Valladares falleció el 13 de julio de 2012, pero su espíritu vive en cada copla, en cada canto de la quebrada y en cada músico que encuentra en las raíces de su inspiración. Su vida fue un ejemplo de compromiso cultural, un recordatorio de que el pasado no está muerto, sino que tarde en las canciones de los pueblos y en las montañas que aún resguardan sus ecos.
Como ella misma escribió en una de sus tantas reflexiones poéticas:
“El canto que me atraviesa,
es viento, piedra y dolor.
Es la vida que me nombra
en las voces del cantor”.
Hoy más que nunca, en un mundo donde las tradiciones tienden a diluirse, el legado de Leda Valladares cobra fuerza. Su trabajo no fue solo un acto de preservación, sino una declaración de amor a la diversidad cultural. Escuchar sus grabaciones es una invitación a reconectar con la esencia de una tierra rica en historia y poesía.
Leda Valladares nos enseñó que las raíces no solo se encuentran en la tierra, sino también en las voces que la narran. Y esas voces, gracias a ella, siguen cantando.